Hay vidas que transcurren aparentemente normales. Y hay vidas excepcionales. Lo que más sorprende de la historia de Carlo es cómo supo ser profundamente original para ofrecer a todos los que lo conocieron el retrato de una sonriente y excepcional normalidad.
Carlo era un joven como todos los demás, y al mismo tiempo hacía cosas fuera de lo común. Sin aparente esfuerzo, sin ninguna contradicción. Tocaba el saxofón y, siendo todavía muy joven, enseñaba catecismo a los niños. Jugaba al fútbol con los amigos y una hora después estaba trabajando como voluntario en el comedor social de los Capuchinos y de las Hermanas de Madre Teresa.